México D.F. a lunes 15 de mayo del 2006
Por Sofía Zavala*
Enrique Marín reaparece como Ángel, su entrañable personaje con el que conmovió y ayudo a cientos de transeúntes del centro histórico. Esta vez lo vemos con el pelo corto, look tipo Matrix y una fuerte carga de protesta político-social.
Toda la comunidad artística de La Casa del Teatro fue congregada (incluyendo La Nave) para tomar estratégicos puentes peatonales sobre el periférico (sin estorbar para nada) para protestar contra los violentos acontecimientos ocurridos en el Estado de México y el país en general, pero, ¿por que un grupo de artistas de teatro llevan su performance a las dimensiones de la protesta? “El jueves que fueron las 18 marchas se respiraba el miedo en la ciudad, la gente no salio de sus casas, y al enterarnos de la violencia ocurrida en el Estado de México se nos convoco a no quedarnos de brazos cruzados como comunidad artística”, comento Enrique; el junto con su compañeros de La Casa del Teatro decidieron usar su mejor arma para combatir la violencia: su arte.
Más de una docena de Ángeles con un mensaje de paz ajeno a posturas políticas invadieron también el zócalo, “la respuesta de la gente fue muy positiva, ya están hartos de violencia”. Uno de sus últimos comentarios fue acerca del porque convertir sus intervenciones urbanas, su teatro documental en teatro político, de protestas: “Como dijo una de mis maestras hace algún tiempo: Si no fuera por el arte, ¿quién diablos se daría cuenta?”
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*Sofía Zavala es crítica de arte y desde 1990 se ha enfocado en trabajos performativos sobre protesta política, principalmente. Ha escrito para varios periódicos y revistas, actualmente colabora con “La Otra Mirada”, entre otros.
Un grupo de alrededor de 20 ángeles salen a la calle para posicionarse de dos puentes peatonales en el periférico sur. La intención, recordarle al ciudadano que podríamos vivir todos mejor si tuviéramos un espíritu de paz. Ello debido sobre todo a los últimos acontecimientos de violencia por parte de ciudadanos y policías en el Estado de México y en el país en general.
Es así que conformando una especie de espectacular humano y –en este sentido- animado, instalan una manta colgada del puente que dice “Violencia NO, la paz es el camino” y ellos se colocan con diferentes posturas portando sus alas y cargando unos hermosos claveles.
La reacción de los automovilistas (niños, jóvenes, adultos, militares, policías, etc.) no se dejó esperar. Gritos, chiflidos, claxonazos, cambios de luces, señales con las manos (puños, amor y paz, saludos, cuernos rockeros, pulgar arriba, etc.), entre otros, demostraron que gran parte de la población necesita sentirse esperanzada, requiere creer en la utilidad de la paz y en que ésta se puede lograr.
Por supuesto que hubo también señales de rechazo pero las mínimas y, siendo tan pocas, se hacían casi desapercibidas frente a las señales de aprobación y apoyo que eran demasiadas.
Podemos agradecer a estos ángeles que hayan decidido recordarnos que también existe bondad en el mundo y que dentro de nosotros –seres humanos- todavía podemos encontrarla.
Podemos agradecerles que se hayan puesto de lado de la humanidad y que no hayan tomado postura alguna frente a la violencia vivida.
Gracias a los que participaron y estuvieron dispuestos a caer del cielo para brindarnos su tiempo, su esperanza, su mensaje de paz y su purificación.
Los mismos ángeles caídos*
Algunas palabras recibidas (y por supuesto, agradecidas): “¡Bravo!” “¡Eso es!” “Pónganse a trabajar” “Pónganse a estudiar” “Huevones” “¡Arriba el PAN!” “Los hubieran matado a todos en Atenco” “¡Aviéntense!”
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*María José Vargas es Politóloga por el Tec de Monterrey, y actriz por La Casa del Teatro, fue parte del elenco de Ángeles, con La Nave.
Zócalo del DF: Ángeles de la Guarda & Feminicidio
Ramón Almela. Doctor en Artes Visuales
(publicado originalmente el 31 de enero del 2006 en www.criticarte.com)
La plaza del Zócalo de México, D.F. funciona como un espacio de convergencia político-cultural. El lugar se hace centro de manifestaciones populares de toda índole. Bajo el amparo de la bandera de la república mexicana, y entre los símbolos arquitectónicos del poder nacional y el poder eclesiástico se despliegan continuamente las preocupaciones, ambiciones y esperanzas de los ciudadanos. Se convierte en escenario de promesas políticas, reivindicaciones y difusión musical y cultural. Un lugar donde se materializan las operaciones simbólicas del arte.
El Sábado 21 de Enero tuvo lugar un maratoniano festival musical de más de 10 horas entre artistas españoles y mexicanos organizado por la "Plataforma de mujeres artistas en contra de la violencia de género" bajo el título: "NO + feminicidios". En dos escenarios se alternaron en el Zócalo, en un diálogo artístico, 35 cantantes y grupos, y 20 actrices denunciando, todos, la discriminación y la violencia que sufre el género femenino y solicitando modificaciones a las leyes y las conductas. (…)
Ajenos al festival musical que se llevaba a cabo, el esfuerzo de unos actores "Ángeles Guardianes" sintonizaba, sin pretenderlo, con el esfuerzo del resto de los artistas mexicanos y españoles que actuaban reclamando no más feminicidios y estimulando la esperanza. Colocados en las rejas de la catedral, alineados entre los plomeros y albañiles que ofertan su trabajo, (reminiscencia de la acción de Francis Alÿs que se anunciaba como artista) ofrecen cada sábado su apoyo verbal y presencial a todos aquellos que se dirigen a ellos. Tres artistas de teatro que llevan su actuación a estrategias de performance involucrado con las vivencias de la realidad en la ciudad de México. Pamela Aguilar, Erick Miranda y Enrique Marín llegan a materializar las proyecciones y creencias ideológicas de los individuos: Ese ángel guardián que provee el respaldo y actúa como conciencia del individuo, materializando las aspiraciones de bondad del ser humano. Confrontarse con su corporeización facilita la fluidez comunicativa, provocando la apertura de muchas personas para hablar y reflexionar sobre su problemática.
El encuentro de estos ángeles, circulando entre la multitud en medio del ambiente de una ciudad tensa e insegura, brinda con su acogida un ámbito que permite a la persona desplegarse como si se tratara de un espejo. No es tanto lo que ellos digan, si no la energía que se genera desde la confianza que pone la gente que los aborda, desde niños a intelectuales. Su actuación se ensambla en el tejido de una ciudad descompuesta y violenta impulsando un hálito de esperanza más allá de cualquier perfil religioso, y se instala como patentización plástica de arte que rebasa las demarcaciones del teatro para situarse en la aportación artística del performance, que abre espacios de interlocución e interacción donde lo visual y lo significativo corresponden al sentido de una estética relacional.
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